
Pese a considerarme, profesionalmente, del sector de los Recursos Humanos, dudo sinceramente de la eficacia de la aplicación de estas prácticas, importadas del mundo anglosajón, para cualquier ámbito y circunstancia.
A un paisanaje como el nuestro, marcadamente individualista y “socarrón”, en el que el jefe, más que “mandar”, debe “convencer” si quiere que sus colaboradores movilicen todo su potencial al servicio de la empresa, la aplicación de este tipo de técnicas a la ligera no siempre obtiene los resultados esperados, salvo que sean los de ofrecer momentos de esparcimiento.
Por el contrario, su aplicación generalizada parece responder a un esnobismo que, llevado al extremo, desvirtúa seriamente los fines que se persiguen, por mucho que algún psicólogo laboral pueda ver un montón de valores implícitos en la forma en que las personas realizan estas prácticas.

El que no me acuerde de cuál era el fin de esta práctica creo que es la mejor prueba de su ineficacia. Eso sí, fue bastante divertido entreabrir un poco los ojos y observar a un montón de compañeros ya entrados en años, serios y profesionales en otras circunstancias, haciendo el ganso desatadamente (algunos, tan puestos en el papel, incluso daban graznidos).
Ciertamente, los expertos coinciden en que los factores para el éxito en el desempeño laboral dependen no sólo de los conocimientos y de las habilidades, sino también de las actitudes, los valores y comportamientos. Ahora bien, para analizar y evaluar estos últimos deben utilizarse técnicas contrastadas y, sobre todo, ajustadas a un análisis riguroso que identifique previamente los factores de desempeño eficaz, las competencias necesarias para cada tipo de puesto, función, proyecto.
Las habilidades comunicativas y el carácter extrovertido son aspectos de lo más valorados para desempeñar con éxito un puesto de atención al público, pero no tienen por qué tener la misma valoración en otro de analista financiero en el departamento de contabilidad, por ejemplo.

Por ello, la importación de estas prácticas no debe hacerse a la ligera, pues ponen en peligro la toma en consideración de los “valores” y “actitudes” como factores importantes a tener en cuenta en los procesos selectivos, de promoción, motivación y formación de las personas de la organización.
De lo contrario, le recomiendo que inserte en el currículum esa habilidad suya para pintar el gráfico de la cuenta de resultados en una pizza, a fin de que el Director pueda compensar su disgusto a base de bocados. Quizá esa habilidad para la interacción pronto sea más valorada que el curso de especialización técnica que tanto esfuerzo le costó.
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