El outplacement es un servicio cuyo proceso tiene como objetivo principal ayudar a recolocar personas desvinculadas de sus empresas, haciendo más llevadera y menos traumática su nueva –y forzada- situación profesional, tanto para él mismo como para su entorno familiar. No obstante, no se trata tan sólo de buscar una ocupación para el empleado que acaba de perder su puesto de trabajo: el proceso es más complejo. El servicio responde a la necesidad de orientar a los candidatos hacia aquellos puestos y compañías donde mejor pueda encajar su perfil, realizando una completa reorientación profesional. 
Cada vez con mayor frecuencia, los ex empleados a través del outplacement demandan cambiar de sector, valorar proyectos de autoempleo o conseguir una mayor conciliación de la vida familiar y profesional. Es decir, se trata de una situación crítica en la trayectoria vital de un trabajador en la que se plantea necesariamente varias opciones que van tomando forma vagamente, pese a que en un principio parezcan improbables o incluso temerarias para alguien acostumbrado a un puesto de trabajo estable y duradero de 35 o 40 horas semanales. Por encima del desánimo o la inseguridad inicial, debe primar la firme decisión de convertir esta etapa forzada en una oportunidad.
La meta consiste en adaptar el proceso de outplacement al perfil personal/profesional de cada uno de los candidatos, trabajando siempre de forma personalizada e individualizada. Las empresas que deciden desvincular a una o varias personas pagan las indemnizaciones pertinentes a los trabajadores despedidos pero, además, de forma voluntaria y como muestra de buen hacer, pueden ofrecer también la posibilidad de realizar un proceso de outplacement para ayudar al trabajador en la búsqueda de una nueva situación laboral o reorganización profesional. En la mayoría de los casos, podría decirse que se trata de un “plus” conseguido en las negociaciones de despido. La empresa cumple así con sus obligaciones fiscales y morales, ofreciendo un trato más humano que contribuye a mejorar notablemente el futuro laboral de las personas desvinculadas.
Una vez iniciado el proceso de recolocación, el plazo de éxito depende de diferentes variables, personales y profesionales, así como de la coyuntura del mercado. El tiempo medio de recolocación se sitúa alrededor de unos tres o cuatro meses, aunque puede variar en función de factores como la edad, la formación, el nivel de idiomas, lo demandado que esté el tipo de trabajo en el mercado laboral, su “empleabilidad”, etc. 
Para la empresa, el outplacement representa una valiosa ayuda en un proceso de desvinculación de trabajadores, que puede ser largo y complejo. Además, contribuye decisivamente a mejorar la imagen de la empresa y a preservar el clima laboral interno, el cual podría verse afectado tras los despidos.
Al trabajador, el outplacement le facilita la necesaria asistencia profesional, logística y humana para competir en el mercado de trabajo en condiciones óptimas. Además, le ayuda a que una situación, en la mayoría de los casos, inesperada y, en prácticamente todos los casos mal recibida, resulte lo menos traumática posible.
Incluso puede ser el impulso para convertir aquellas ideas que, en la vorágine laboral, parecían inviables en un nuevo giro profesional o emprendedor.
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