martes, 18 de septiembre de 2018

Emprender es como casarse ó enamorarse.


Emprender es como casarse ó enamorarse.  

Cuando uno tiene una idea para emprender, la mayoría de las veces se enamora de ella, y en este estado de “enamoramiento” pierde la objetividad necesaria para evaluar la viabilidad del proyecto. 

Me explico. Cuando uno se va a casar (indistintamente el ritual que elija) siempre cree que eso va a ser para toda la vida y no contempla la posibilidad del fracaso. Si no me crees, haz la siguiente prueba. 

Cuando veas al novio esperando por la novia, pregúntale ¿estás fijo de lo que vas a hacer? ¡Estás loco¡ La respuesta siempre será, que va! nosotros queremos, vaya que si nos queremos. 

Sí después de la ceremonia le preguntas a la novia ¿vaya locura, y si esto no funciona? También la respuesta será, pero que dices si nosotros nos queremos y así será siempre.

Después de felicitarles, y por no ser muy fastidioso, te retiras a pensar y entonces te dices para tús adentros, espero que estéis en el 45 % de los matrimonios que no se separan, pues eso dicen las estadísticas. Y es que claro las posibilidades del fracaso no se contemplan, y menos con la luna de miel a la vuelta de la esquina. 

Pero luego viene el día a día la convivencia diaria, y lo que antes se veía todo rosa empieza a tomar distintos matices de colores, y entonces la estadística empieza a hacerse realidad.

Pues eso, al emprendedor le pasa que la ilusión inicial el nubla la consciencia y nunca contempla la posibilidad del fracaso, y nunca se ve dentro de la casuística de que más del 80 % de los proyectos fracasan en el primer año y que menos del 5 % llegan al quinto año. 

Por todo ello, nunca te enamores de tú idea, pensando que va a ser para siempre, ya que la mayoría de las veces acabarás separado o divorciado de tú proyecto y con los problemas emocionales y económicos posteriores que toda ruptura conlleva. 

Ponte en Marcha! Pero no te enamores locamente.