viernes, 20 de noviembre de 2015

Vivir para el trabajo La adicción al trabajo es una patología que aumenta con la crisis.


La adicción al trabajo puede convertirse en una peligrosa patología. 

El primero en llegar al trabajo y el último en marcharse, directivo o emprendedor con responsabilidad, perfeccionista y controlador que vive para trabajar y que no es capaz de desconectar ni en vacaciones. Éste sería el perfil de un adicto al trabajo, una patología que, según psiquiatras y psicólogos, afectaría a un 10% de la población activa. Parece mucho, pero, si uno se para ante los síntomas, es difícil no conocer a alguien que los sufra aunque no lo reconozca. 

Los síntomas 
1.) Incapacidad de desconectar. La actividad se convierte en una obsesión ocupando la mayor parte de la vida incluso los fines de semana y las vacaciones. 
2.) Ansiedad e irritabilidad. Aumento del estrés, tensión y depresión. 
3.) Deterioro personal. Problemas físicos además de psicológicos, y con frecuencia abuso de sustancias como el tabaco y el alcohol.
4.) Necesidad de trabajar cada vez más. Dedicación al trabajo muy superior a la necesaria e imposibilidad de dejar un trabajo a medias. 
5.) Problemas de sueño. Insomnio o sueño irregular y escaso. 
6.) Desapego familiar. El ámbito más satisfactorio es el laboral y el valor del trabajo es superior a las relaciones con familiares o amigos. 
7.) Ambición y perfeccionismo. Muy exigentes con ellos mismos y con los demás. 
8.) Incapacidad de delegar. Consideran que nadie trabaja como ellos y nada debe escapar a su control. 
9.) Carencia de aficiones. Solo se sienten realizados trabajando. 
10.) Sentimiento de culpabilidad con el ocio. Consideran que el ocio es una pérdida de tiempo que les provoca sensaciones de culpabilidad y ansiedad. 
11.) Pánico a la pérdida de empleo o a la jubilación. El temor no es sólo por motivos económicos sino sobre todo por estatus y por no saber qué hacer sin trabajar. 

«Es una adicción camuflada», «además está bien considerada. Trabajar mucho está bien visto y suelen ser personas responsables con un estatus alto que no van a reconocer que hay un problema». 

No se trata, según los especialistas, de una cuestión para tomarla a broma. 

«Cuando hay una adicción, llega a producir un deterioro personal, social o familiar intenso. El trabajo llega a envolverlo todo, cambia el estado de ánimo, les provoca estrés, ansiedad, depresión, y es muy difícil de controlar porque no pueden dejar de pensar en el trabajo». «La adicción por el trabajo suele darse en lo en los trabajadores con personalidad del tipo A, gente constantemente activada, ambiciosa y exigente que necesita tener éxito. Son esos que cogen el coche y aunque no tengan prisa lo meten a 160 , que en vez de andar corren, que comen en cinco minutos. Son personas metidas en un nivel de activación que les hace vivir a cien». 
 
Además el propio estrés les hace, en ocasiones, apoyarse en alguna sustancia que pueda paliar su malestar y así, «recurren a menudo al tabaco o al alcohol y también hay casos que se machacan en el gimnasio para relajarse y poder seguir a la carga al día siguiente, si es que consiguen dormir, porque se trata de gente que no suele dormir bien, que padece insomnio o trastornos del sueño». 

Aunque la Organización Internacional de la Salud en su informe sobre «El tiempo de trabajo en el siglo XXI» considera «preocupante» trabajar más de 50 horas semanales, «no se trata de cuántas horas se hagan, sino de que provoque un deterioro personal y familiar intenso». 

«Sólo entonces podemos hablar de adicción al trabajo», lo que los americanos llaman el «workaholism» comparándolo con el alcoholismo. La crisis económica no ha puesto mejor las cosas ya que el miedo a perder el trabajo hace que muchos se vuelquen aún más en su actividad profesional llegando a la obsesión.

Así, cada vez hay más personas, según los expertos, que tienen pánico a cometer errores y se van a casa inquietas por la jornada y preocupadas por la del día siguiente lo que les impide desconectar. En las empresas en las que se estimula la competitividad, el problema aumenta según señalan los expertos, y los augurios de que lo peor de la crisis aún está por venir no ayudan a tomarse el trabajo con calma ante el miedo de que, si no se rinde lo suficiente, uno acabe en la calle. 

¿Y esto se cura? Los especialista dicen que, como en cualquier otra adicción, hay técnicas para superarla, aunque el paciente tiene que comprometerse a seguirlas, como establecer un programa de actividades con la familia, reducir progresivamente las horas de trabajo, no llevarse jamás trabajo a casa, aprender a priorizar o utilizar técnicas de relajación. 

No todos los que se pasan la vida en el trabajo son adictos. A muchos no les queda más remedio por su situación laboral pero no les supone ningún problema y en otros se da cada vez más el llamado «presentismo», es decir, estar en el trabajo más tiempo del establecido o del necesario para dar buena imagen ante el miedo al despido, algo que se está incrementando con la crisis según se refleja en una encuesta elaborada por la empresa de soluciones de recursos humanos, Randstad. Según esta encuesta, ocho de cada diez profesionales reconocen que pasan más horas de las establecidas en su puesto de trabajo, mientras que hace dos años eran sólo cuatro de cada diez. 
 
Si se analizan los factores, la actual situación económica se convierte en el principal motivo esgrimido. De hecho, y siempre según el estudio realizado por esta empresa, seis de cada diez trabajadores admiten que se quedan más tiempo en su puesto de trabajo sólo por el miedo a perder el empleo, mientras que un 24% de los encuestados asegura que la falta de personal en su empresa es la principal causa. En ambos casos la crisis ha incidido en el aumento del presentismo en España. 

Ponte en Marcha! Y no vivas para trabajar, sino trabaja para vivir.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Trabajar o divertirse


Probablemente una de las utopías más gastadas en las charlas sobre motivación al personal sea aquella del disfrutar trabajando. Ya me perdonarán, pero esto es imposible porque la simple palabra de trabajo, del latín tripaliare, o sea algo relacionado con tortura, nos desanima al oírla, somos un país que en vez de vamos a trabajar, decimos “tengo” que trabajar

El tema está en la semántica del lenguaje, por tanto hay que cambiar de palabra, que es más fácil y económico, si uno elige hacer algo que es lo que más le gusta y encima le pagan por ello, entonces vamos bien.
 
Imagínese que a usted le pagan por estar en la cama a las nueve de la mañana o por aguantar la barra de un bar o por mirar escaparates o ir al cine, por ahí está el camino. 

Y una muestra muy clara de este paradigma lo tenemos en las motos, no se extrañe, ya lo verá, aunque no juraría que todos los que le dan al acelerador lo hagan divirtiéndose

Por deformación profesional, me gusta leer las emociones en la cara de los demás, sobre todo lo que denominamos la comunicación no verbal o sea, la auténtica forma de comunicarse porque es espontánea, ya sabemos que los gestos, incluso las formas llegan más lejos que las palabras. 

Pues bien, les invito a que hagan de espectadores, observen a la gente y busquen sonrisas, la máxima expresión de que uno se lo pasa bien, se traza en su cara moviendo menos de 17 músculos y si alguien confirma esta idea es un genio del motociclismo llamado Marc Marquez, siempre se ríe o por lo menos sonríe

Entender el trabajo desde este concepto que evidencia aceptación, motivación, placer individual, profesionalidad e incluso ternura es el ideal de todo empresario, claro que a lo mejor tiene algo que ver lo que gana. En mis años de vida laboral he visto mucha gente más rica, pero más cabreada. 

Nos gusta la gente alegre, nos llegan aquellas personas que demuestran que les gusta lo que hacen porque, en el fondo, en nuestro deseo imposible de ser aceptados y tener éxito con todo el mundo, todos queremos ser mimados y que detrás de la solicitud de cualquier cosa, se acompañe un gracias unido a una sonrisa. 

No nos gustan los tristes porque nos contagian, y aunque no siempre aceptamos a la gente alegre porque en algunos bajos nos reflejan nuestras limitaciones, al menos nos ayudan a entender que quizás no todo el mundo es bueno, pero ser simpático es gratuito. 

Lástima que no todos pudiéramos clonarnos en personas tan alegres como Marc, aunque nos desplacemos a pié y nuestra cuenta corriente sólo corra lo justo. 

Pero si tuviéramos que explorar en el bosque de los deseos de cualquier empresario, descubriríamos que todos buscan trabajadores competentes y si no llegan, que tengan la capacidad y la actitud para aprenderlas, que posean habilidades naturales especialmente recursos, autonomía, comunicación, si es posible una buena inteligencia emocional y compromiso, aunque el mejor valor añadido es tener a alguien que sonríe mientras trabaja.

Sonríe y Ponte en Marcha!

martes, 10 de noviembre de 2015

La negociación, al igual que el emprendimiento, es un juego de estrategia


Nos levantamos y después nos sentamos; oímos y, a veces, escuchamos; lloramos y reímos, subimos y bajamos; hablamos y callamos; mandamos y obedecemos, queremos y odiamos; sentimos y nos sienten; aplaudimos y criticamos; cambiamos y volvemos a cambiar; todo gira y gira, y giramos con todo lo que nos rodea. 

Y, también estamos de acuerdo, unos más y otros menos; pero, realmente ¿estamos de acuerdo? Vamos a hacer un alto en el camino y reflexionemos sobre los acuerdos

Vamos a refrescar la memoria. ¿Os habéis dado cuenta de la cantidad de acuerdos a los que llegamos en el día a día y muchos de ellos no los planteamos como una negociación? Algunos porque no nos interesan pero otros, ¿nos interesan? 

Todos sabemos que negociar es llegar a un acuerdo satisfactorio entre dos partes enfrentadas, que quieren acercar posturas y están dispuestos a conceder algo por algo. Parece un juego.. y efectivamente LO ES. Un juego casi siempre es competitivo, siempre que se juega se quiere ganar, en las negociaciones no tienen porque ser así. Hay negociaciones competitivas, como cualquier juego, pero también hay negociaciones cooperativas, un juego en el que las dos partes sienten que han ganado. 

Y, ¿por qué digo que es un juego? 

Vamos a fijarnos y nos daremos cuenta de que en el fondo todos conocemos el juego de la negociación pero nos falta muchas veces pararnos a pensar y planificar una estrategia. Una estrategia que nos convenga, analizada y pensada para conseguir nuestro objetivo. 

El juego. Descubramos el juego y la negociación. Cuando vamos a negociar dos partes se encuentran en un lugar, cualquiera que sea: es la conocida mesa de negociación (en el juego es un tablero). En esa mesa de negociación se parte de una situación inicial enfrentada compuesta por un conjunto de variables que hay que manejar e intercambiar, y conseguir acercar, con paciencia y todo el tiempo que se necesite, nuestra posición inicial hacia la posición de la otra parte, al mismo tiempo que ésta lo hace también. 

Las fichas. Las variables de la negociación son en el juego. Las fichas (si tú mueves esta ficha yo muevo esta otra y así sucesivamente, paso a paso, sin prisa), estamos moviendo la posición de las variables (fichas) en la mesa de negociación (tablero); estamos acercando posturas. Las dos partes conocemos, o debemos conocer, todas las variables y su valor para ambas. Así, cuando intercambiemos las variables lo hagamos por otras del mismo valor o superior si queremos ganar, o por unas de un valor inferior si es por una estrategia preparada de antemano. 

Ahora vamos a jugar y a trasladar el juego a la negociación. Os propongo que os plantéis la negociación como una partida de ajedrez donde las partes deben buscar una solución (acabar la partida) competitiva o cooperativa (todas las partidas de ajedrez son competitivas sin embargo, las negociaciones pueden ser también cooperativas). El tablero es la mesa negociadora, las variables son las fichas blancas y negras, hay muchos peones, hay alfiles, torres, caballos y están la reina y el rey. Recuerda que hay que conocer todas las variables para posibles intercambios.

La partida. Se empieza la partida y empezamos a acercar posiciones: empieza la negociación. Lo primero que hacemos es acercar los peones, variables de poco valor, para preparar el terreno y coger posiciones; acercamos posturas en la negociación. Conforme transcurre la partida empiezan a entrar en juego variables de mayor valor: caballos, alfiles y torres. Sigue la partida y entran en juego las variables principales a negociar, las de mayor valor: la reina y el rey. Aquí es cuando, conocidas todas y su posición en el tablero, hay que tener cuidado con lo que se intercambia y con las fichas que se mueven pues podemos perder algunas sin darnos cuenta. 

Cuando están todas en juego cambian constantemente las posiciones, aparecen nuevas situaciones en el tablero, se mueven todas las fichas de un lado para otro; se buscan alternativas. 

Llega el momento del intercambio. Tener en cuenta que antes de intercambiar variables hay que conocer todas las que están en el tablero. Aquí es donde se empieza a ver quién sabe jugar mejor la partida; lo importante es proteger la variable principal (rey) con las demás. En la negociación hay que ir intercambiando variables por variables pero, lo fundamental es saber qué hay que intercambiar. Los buenos negociadores intercambian sus peones por caballos, torres o alfiles (variables de mayor valor para la otra parte). Lo ideal sería intercambiarlo por el rey o la reina. 

El final de la partida. Sigue el juego, sigue el intercambio y llegamos a una posición final en el tablero: posibles soluciones a la partida; posibles soluciones a la negociación. 

Jaque mate. Acaba la partida y hay un acuerdo, hay un final; puede ser que ganen las blancas o que ganen las negras, dependerá de la estrategia que haya llevado cada uno. En estos casos uno ganará y otro perderá, se darán las situaciones ganar/ perder o perder/ ganar de la negociación, en ambas situaciones una de las partes ha defendido mejor sus intereses y ambas han cooperado (han acercado posturas), pero una lo ha hecho mejor que la otra. La que mejor ha defendido sus intereses ha ganado y la otra ha perdido.

Quedamos en tablas. Esta es la otra posible situación, las tablas en el ajedrez, la situación ganar/ ganar (para los competitivos lo entenderán como un perder/ perder, como jugadores de ajedrez somos competitivos, sentimos frustración al llegar a esta situación, para nosotros será un perder/ perder, pero en la negociación es la solución ganar/ ganar). 

Si lo vemos desde el punto de vista en el que las dos partes han intercambiado variables y acaban en una situación que ninguno gana más que el otro, los dos han cedido por igual, ninguno de los dos gana y ninguno de los dos pierde. Los dos han variado su posición inicial, han acercado posturas, han intercambiado variables y han llegado a un final, pero los dos siguen con fichas en el tablero que no han intercambiado. El valor de estas variables es importante para ambos, tan importante que las han defendido hasta el final y no están dispuestos a concederlas.

En la negociación es una de las posibles soluciones, depende de cómo estemos dispuestos a defender nuestros intereses, llegaremos o no a esta situación.

Es la situación más difícil de conseguir en las negociaciones, las partidas más difíciles, las más largas, donde las partes preparan y planifican cuidadosamente su estrategia, conceden variables y manejan bien los tiempos. Imaginaros que queréis jugar una partida de ajedrez que desde el inicio quieres que acabe en tablas, dejarás de ser competitivo (rasgo característico de todo buen jugador de ajedrez) y pasarás a ser cooperativo.

Para que se dé una solución ganar/ ganar en las negociaciones ambas partes deben defender sus intereses y cooperar. Al contrario que en el ajedrez que se defienden los intereses y se compite, se quiere ganar. 

Si analizamos las tablas desde el punto de vista de la negociación, las entendemos como soluciones posibles a un acuerdo en el que ambas partes se sienten ganadoras, aunque las tablas en el ajedrez hagan sentirse a las partes perdedoras. 

No me gusta la partida, no quiero seguir jugando. Hay veces que el carácter competitivo nos lleva a tomar la decisión de abandonar la partida; nos enfadamos y no queremos seguir jugando. Partidas en las que una de las partes se retira de la negociación, no quiere acabar la partida, no quiere llegar a un acuerdo; en este caso se dará la situación perder/ perder de la negociación: los dos pierden, la partida se rompe. Los jugadores de ajedrez también nos sentimos perdedores cuando acabamos en tablas, no hemos podido ganar al contrario, pero ésta es otra manera de jugar la partida sin llegar a terminarla, es decir, no se acaba la partida; no que acabe en tablas. 

Como reflexión, para prepararse una negociación hay que tener una buena estrategia, saber intercambiar variables, defender las variables más importantes y sobre todo manejar bien los tiempos. 

Para las siguientes partidas te recomiendo que medites antes si quieres jugar o no, si es que sí, dedícale tiempo, reflexión y preparación. 
- Prepara los movimientos iniciales.
- Conoce qué fichas debes intercambiar y por qué.
- Ataca y defíiéndete de los ataques.
- Visualiza la partida en todo momento y no hagas nada que no tengas pensado; si es necesario, tomate tiempo.
 y finalmente juega y disfruta del juego: siempre se aprende más jugando que observando.

Ponte en Marcha!
y … empieza la partida: la vida es una negociación continua. Si te interesa algo, juega.

sábado, 7 de noviembre de 2015

La multitarea, rival del rendimiento En aras de la eficiencia, lo mejor es hacer una sola cosa a la vez.

Confiados multiatareados del mundo, ¿podríais prestarme atención? ¿Pensáis que podéis hacer malabarismos entre llamadas telefónicas, correos electrónicos, mensajes instantáneos y trabajo por ordenador a fin de hacer más cosas en un mundo hambriento de tiempo? Seguid leyendo, preferiblemente apartándoos por un momento del ruido de la parafernalia digital. 

Varias investigaciones aportan pruebas sobre los límites de la realización de múltiples tareas. Los resultados, de acuerdo con neurocientíficos, psicólogos y profesores de gestión empresarial, indican que muchos harían mejor en aminorar su comportamiento multitarea mientras trabajan en un despacho, estudian o conducen.

Estos expertos ofrecen ciertos consejos básicos. Revisar el correo electrónico una vez por hora, como máximo. Escuchar música suave y relajante durante el estudio puede mejorar la concentración. Pero otras distracciones —la mayoría de las canciones con letra, la mensajería instantánea, los programas de televisión— disminuyen el rendimiento. Hablar por el móvil mientras se conduce, incluso con un manos libres, es mala idea. En resumen, la respuesta parece consistir en administrar adecuadamente la tecnología, en lugar de rendirse sin más a su incesante llamada. 

"La multiplicidad de tareas hace que uno avance más lento, y multiplica la posibilidad de cometer errores", "Las interferencias y las interrupciones aminoran la capacidad de asimilar información". 

El cerebro humano, con sus cientos de miles de millones de neuronas y sus cientos de billones de conexiones sinápticas, parece una central cognitiva. "Pero una de sus limitaciones básicas es la incapacidad para concentrarse en dos cosas al mismo tiempo"

Marois y otros tres investigadores de Vanderbilt narran, en un artículo publicado en la revista Neuro, que usaron imágenes por resonancia magnética para localizar el obstáculo en el cerebro y medir cuánta eficacia se pierde al intentar hacer dos cometidos al mismo tiempo. A los participantes del estudio se les dieron dos tareas y se les pidió que respondieran a sonidos e imágenes. La primera era pulsar la tecla correcta en un teclado de ordenador al oír uno de ocho sonidos. La segunda era pronunciar la vocal correcta después de ver una de ocho imágenes. 

Los investigadores dicen que no veían ningún retraso si a los participantes realizaban cada tarea por separado. Pero sí descubrieron que la respuesta a la segunda tarea se retrasaba hasta un segundo cuando hacían ambas a la vez. Naturalmente, en muchas tareas diarias, un segundo perdido carece de importancia. Pero algo que se deduce de la investigación de Vanderbilt, dice Marois, es que hablar por teléfono mientras se conduce es peligroso. A 100 kilómetros por hora, un segundo de retraso en el tiempo de respuesta podría ser mortal. 

"Tenemos la impresión de que el cerebro puede hacer más de lo que a menudo es capaz",. 

Los jóvenes, de acuerdo con la idea convencional, son los más aptos para compaginar tareas. Sólo hay que observar a los adolescentes y trabajadores veinteañeros enviando correos electrónicos, chateando y escuchando su iPod, todo al mismo tiempo. Una investigación reciente del Institute for the Future of the Mind, de la Universidad de Oxford, indica que la percepción popular es cuestionable. Se dio a un grupo de 18-21 años y a un grupo de 35-39 años, 90 segundos para traducir imágenes a números mediante un sencillo código. Los jóvenes obtuvieron un resultado un 10% mejor cuando no se les interrumpía. Pero cuando ambos grupos eran interrumpidos por una llamada telefónica, un SMS o un mensaje instantáneo, el grupo de más edad igualaba al joven en velocidad y precisión. 

"Los mayores piensan con más lentitud, pero tienen una inteligencia más rápida y fluida, de modo que son más capaces de bloquear las interrupciones y escoger en qué centrarse", comenta Martin Westwell, subdirector del instituto. Westwell tiene 36 años, y por lo tanto debería llevar mejor las interrupciones. Pero ha modificado sus hábitos laborales desde que finalizó el proyecto de investigación en febrero. "Reviso mi correo electrónico con mucha menos frecuencia", dice. "Las interrupciones pueden despistarlo a uno". En un estudio reciente, un grupo de trabajadores de Microsoft necesitaban, de media, 15 minutos para volver a tareas mentales serias, como redacción de informes o códigos informáticos, después de responder a los correos o a los mensajes instantáneos entrantes. Se entretenían respondiendo a otros mensajes u ojeando webs informativos, deportivos o de ocio. 

"Me sorprendió la facilidad de distracción y cuánto tiempo les llevaba volver a centrarse en su tarea", comenta Eric Horvitz, científico investigador de Microsoft y coautor, con Shamsi Iqbal de la Universidad de Illinois, de un artículo sobre el estudio que se publica este mes. "Si es así de malo en Microsoft", añade Horvitz, "también debe serlo en otras empresas". 

La productividad perdida por trabajadores con un exceso de tareas no puede medirse con precisión, pero probablemente sea mucha. Jonathan B. Spira, analista jefe de Basex, empresa de investigación empresarial, calcula que el coste de las interrupciones para la economía estadounidense es de 500.000 millones de euros al año. Pero investigadores universitarios y empresariales afirman poder ayudar. Exploraciones cerebrales, algoritmos de redes sociales y otras herramientas nuevas deberían proporcionar un conocimiento más profundo sobre los límites y el potencial del cerebro. 

Eso enseñará a los que trabajan en grupo a gestionar la sobrecarga de comunicaciones digitales. El nuevo Instituto para la Innovación y la Productividad de la Información, entre cuyos patrocinadores están Hewlett-Packard, Microsoft y Johnson & Johnson, investiga cómo crear una tecnología, como sensores o programas inteligentes, para hacer de "vigilantes del tiempo" de los trabajadores. 

Lo inteligente es hacer solo una cosa a la vez y terminarla. Ponte en Marcha!