martes, 28 de junio de 2016

Gerentes ineptos ¿Reconoce alguno en su empresa?


Después de varios años de interactuar con personal base, de coordinación, supervisión y algunos niveles de gerencia, es imposible ignorar uno de los secretos más conocidos de la administración contemporánea: Poco más del 80% del personal considera estar bajo la supervisión de un gerente inepto. O lo que es peor, pareciera ser un requisito indispensable para gerenciar, en ciertas y determinadas empresas, no saber absolutamente nada del negocio, de administración y de aspectos elementales del trato con el personal para ocupar un cargo de tanta relevancia. 

Se debe entender por ineptitud la carencia de aptitud para una cosa, la inhabilidad e incompetencia, e incluso la muestra de necedad o incapacidad para un algo en particular.  

Se es un gerente inepto cuando se es incapaz de aceptar sus limitaciones (pero puede saber que las tiene), de generar un ambiente grato e inspirador en el escenario laboral y cuando, de manera consciente o no, se induce a los subordinados a experimentar un sentimiento de rechazo o desaprobación. 

Con esta expresión no se pretende ofender a nadie, se trata de una realidad a la que cualquier persona se expone, pues la falta de capacidad puede ser debidamente detectada y corregida en la mayoría de los casos. 

Resulta muy difícil tratar este tema sin caer en la subjetividad, de hecho sería contradictorio no hacerlo porque tales afirmaciones provienen de la percepción del gerente por parte de sus subordinados y, por supuesto, la percepción no es objetiva. 

Sentenciar a un gerente de inepto depende de muchos factores, pero en algunos casos tales afirmaciones parecieran tener sentido, situaciones donde resulta evidente la ausencia de conocimientos prácticos e incluso teóricos de personas que poseen la responsabilidad de dirigir una unidad de negocios, las cuales, con una habilidad asombrosa, hacen uso del manejo de la operación que presenta el equipo que supervisan. 

Son situaciones claras y evidentes para quienes las viven y experimentan, pero carecen de ello (de una manera incomprensible) para el resto del personal que labora en la empresa y en especial para la alta gerencia. 

Parece suficiente preguntar a cualquier persona y observar que ocho de cada diez tienen quejas de la manera en que son dirigidas y la misma relación se repite al preguntarles si su supervisor conoce lo suficiente del negocio o del trabajo que ellos realizan. Claro, con relación a la segunda opción, esta proporción no aplica en cadenas de comida rápida ni en franquicias donde el requisito fundamental es conocer suficientemente bien todo el proceso, pero no pareciera haber la misma tendencia, en este tipo de empresas, cuando se indaga sobre la primera opción. 

No es un secreto, los empleados se quejan en los momentos en que sienten que el supervisor no puede escucharlos, lo hacen de manera clandestina en los baños, escaleras, comedores o en cualquier espacio que les proporcione cierta seguridad para expresar de manera abierta y sin censura lo que opinan de su superior. Las quejas van desde simples contradicciones hasta el efecto psicológico que genera saber que se está siendo dirigido por una persona que no posee las competencias mínimas para hacerlo y que, en ciertas ocasiones, están por debajo de sus supervisados. 

Basado en las expresiones de los empleados (sin importar su nivel de reporte) que experimentan este tipo de situaciones, donde el gerente parece ser una clase de ejemplo ambulante de ineptitud, carente de esa capacidad gerencial inspiradora y modeladora propia de quienes deben ser líderes; se pueden listar algunas de las razones por las cuales tales características pasan inadvertidas ante la alta gerencia, estas son: 

- Se les valora porque son personas con una relación longeva en la empresa: El tiempo de permanencia en un mismo cargo hace suponer que lo manejan y conocen a plenitud y más aún si la operación fluye sin errores importantes o los mismos no son del conocimiento de los superiores. 

- No se les evalúa con objetividad porque están relacionados con el dueño o personas influyentes de la empresa: Son parientes, allegados o amigos de alguna persona de peso en la organización, recomendados y vendidos como “buenos profesionales” o son individuos a quienes se le deben favores o existe alguna deuda “moral”, sentimental, política o de cualquier otra índole que obliga a mantenerlos en esos cargos. Usualmente ostentan algún tipo de experiencia que supone la asimilación de las operaciones por contraste. 
 
- Se les considera importante porque son personas con títulos y reconocimientos de envergadura: Poseen, en teoría, todo lo que se requiere para manejar una operación con éxito, sus logros académicos los anteceden y por lo tanto se da por descontada la experiencia. A veces esta situación tan sólo se presume, pues no hay evidencia de la titulación. 

- Se pierde la oportunidad de cuestionarlos porque son individuos con una importante habilidad de palabra: Su increíble capacidad para convencer a la audiencia en situaciones de dudas o conflictos y el apropiado manejo de la información, aun cuando ni ellos mismos la comprendan, hace suponer un nivel de involucramiento propio de los gerentes aptos. 

- Su superior es tanto o más inepto que él: Cuando el desconocimiento de la operación, el negocio o cualquier elemento práctico o teórico está ausente en los niveles de reporte es mucho más difícil identificar la existencia de la ineptitud pues no existen fundamentos para oponerse a los planteamientos o acciones que se presenten. 

La existencia de gerentes ineptos es una realidad, los hay por doquier y, en la mayoría de los casos muestran las mismas características, algunas de ellas son: 

- Confunden la acción de dirigir con la de gobernar: Un gerente capaz se involucra en la operación y busca la manera de facilitar el proceso haciendo uso del trabajo en equipo, en cambio el gerente inepto sólo exige soluciones desde su despacho estableciendo tiempos y especificando el contenido de los resultados sin tener la más mínima idea de lo que pide. 

- Siempre se muestran ocupados y carentes de tiempo: Un buen gerente organiza y administra el tiempo, establece prioridades y sabe que no todo es urgente. Comprende y valora las necesidades de su equipo y está consciente de la curva del agotamiento mental y físico del personal y de la propia organización. Para un gerente inepto se requieren días de treinta y seis horas, todo es urgente y “para ayer”, le coloca a todos los procesos el mismo sentido de prioridad y se justifica señalando que “así es la empresa”, exige el triple de esfuerzo a su personal, los obliga a trabajar sin reparar en el tiempo, pero cuando tiene un compromiso fuera del ambiente laboral no duda en retirarse. 

- Se muestran seguros ante su personal pero nerviosos ante sus supervisores: Un gerente apto conoce a detalle su operación y es capaz de defender sus alegatos y posiciones con explicaciones sólidas e irrefutables. En cambio, un gerente inepto grita y vocifera ante sus subordinados, haciendo uso del poder que le confiere la posición pero duda, vacila o calla ante el cuestionamiento que le realice cualquier superior. 

- No delegan funciones, dependen de su gente: Los buenos gerentes conocen la operación, por lo tanto, ante una situación inesperada, son capaces de tomar las riendas de cualquier parte del proceso para que éste no se detenga. Los gerentes ineptos se dedican a justifican la ausencia de buenos resultados en situaciones donde el personal que ha asignado para una tarea en particular no asiste a sus labores. No sabe cómo mantener el flujo del proceso y depende de su personal para que el mismo se mantenga. 

- Sufren del “Síndrome de Anát”: Los buenos gerentes se preocupan por buscar soluciones ingeniosas a los problemas de su área, están abiertos a escuchar a su personal y reconocen públicamente la autoría de los aportes que estos hagan a su gestión. Un gerente inepto vende las ideas que su personal le ha sugerido como suyas. En algunos casos piden que les envíen la propuesta o el desarrollo de un trabajo en formato electrónico y, tras algunas pequeñas modificaciones, las presentan a sus superiores como si fuera el resultado de su esfuerzo. 

- Son aduladores, serviles y exhibicionistas con sus jefes: Un gerente apto no necesita promocionarse dentro de la empresa, la calidad de sus resultados y el buen ambiente que produce su gestión son elementos suficientemente importantes para ser valorado y considerado por quienes lo supervisan. Pero en el caso de los gerentes ineptos no ocurre lo mismo, siempre andan haciendo eco de lo que realizan, resaltando sólo aquello que considera valioso ante los ojos de sus jefes, a quienes atiende y complace de una manera servil y poco ética, sin importar la imagen que se forjen ante sus subordinados. Frente a sus superiores se muestran incansables y dedicados, manifestando que si no fuera por su “estilo gerencial” la operación no sería un éxito, obviando por completo el esfuerzo de su equipo de trabajo. 

- Sufren del “Síndrome de Cronos”: Un gerente capaz buscará la manera de hacer crecer a su gente, en cambio un gerente inepto siempre estará en la búsqueda de limitaciones para evitar que su personal lo alcance. 

- Para ellos siempre hay una crisis: Los buenos gerentes buscan el equilibrio entre la empresa y su personal, saben que sólo así se logran cosechar buenos frutos. Los gerentes ineptos, de manera constante y repetitiva, dicen a su personal que las cosas van de mal en peor y por lo tanto han de aceptar las condiciones que él les imponga en el ambiente laboral, pues de lo contrario estarían arriesgando sus empleos. Para ellos siempre hay una crisis que requiere de atención y cuidado, siendo ellos los únicos capaces en sortearla. 

- Es necio y obstinado: Un gerente apto maneja el estrés y la inteligencia emocional, escucha recomendaciones y promueve la creatividad y la innovación, en tanto que un gerente inepto constantemente se muestra estresado y malhumorado, se empeña en que las cosas deben hacerse como él lo dice y especifica el más mínimo de los detalles, aún cuando lo que desea expresar no se vea reflejado en sus demandas. Suele emplear expresiones tales como “trate de no ser creativo”. 

Cabe destacar que lo expuesto anteriormente no se cumple en todos los casos, existen gerentes ineptos cuya tipología es única y particular siendo casi imposible encuadrarlos en características similares a las comentadas, pero cuyo impacto en el personal genera la misma clasificación de ineptitud. 

Ahora bien, y esto es quizás lo más importante, un gerente puede ser inepto para algunas cosas pero mostrar una habilidad única y extraordinaria para otras, pues de lo contrario sería tan evidente su carencia de aptitudes que no duraría el tiempo suficiente en la empresa para poder clasificarlos. Los gerentes ineptos suelen ser muy hábiles en la palabra, en el montaje de escenarios que los favorezcan, en dar una buena impresión a las personas que los desconocen o no son de su área e, incluso, en parecer verdaderas lumbreras en el campo administrativo. Estudian y ordenan las expectativas que sus superiores poseen de ellos y se las ingenian para quedar bien frente a ellos, sin importar el costo en el capital humano que ello genere. En la mayoría de los casos conocen sus limitaciones, aunque no las acepten, por lo que se valen de artilugios para alinearse con las personas que pueden ofrecerles soluciones o ideas que posteriormente mostrarán como el fruto de su experiencia y reflexiones. 

¿Cómo afecta al personal la presencia de gerentes ineptos? Puede decirse que de muchas formas, pero las principales son las siguientes: 

- Generan sentimientos de frustración: Cuando un empleado descubre que su experiencia y su nivel académico están por encina de su supervisor no tarda en experimentar un profundo sentimiento de frustración, esto ocurre debido a que el individuo se esfuerza en alcanzar títulos universitarios y experiencia en diferentes campos pensando que sólo así podrá crecer y ocupar cargos de importancia en las empresas, por lo que le resulta contradictorio un escenario donde él esté mejor preparado que su jefe. No obstante puede ocurrir que aún cuando el nivel académico los separe, sea la actitud y el estilo evidente del gerente lo que genere frustración pues no se encuentra respuesta a la pregunta ¿cómo pudo llegar ese inepto a esa posición? 

- Reduce la motivación: El individuo pierde la motivación cuando el escenario donde se desenvuelve es contrario a sus principios, valores y a los motivos que lo llevaron a ocupar una posición en él. Un principio básico es el que establece que las personas correctas deben estar en los lugares correctos y este se contradice cuando una persona que es incapaz de dirigir posee esa responsabilidad. 

- Produce pérdida del interés por el trabajo: Es simple, si una persona inepta es capaz de ocupar un cargo de envergadura en la empresa ¿para qué esforzarse? 

No obstante, y como se ha comentado, la presencia de gerentes ineptos puede ser de utilidad de acuerdo al tipo de persona que lo experimente, esto se puede observar desde dos ángulos; 

- Personas con orgullo implosivo: Se dejarán consumir por los sentimientos de frustración, desmotivación y desinterés dejando a un lado sus expectativas y sueños para aceptar sin reparos ser dirigidos por personas que carecen de la capacidad elemental para hacerlo. Se limitarán a expresar sus angustias, desacuerdos y opiniones en lugares seguros donde tales comentarios no lleguen a oídos de sus jefes para así garantizar su permanencia en el trabajo. 

- Personas con orgullo explosivo: Fortalecerán sus metas y objetivos para alcanzar sus sueños, lucharán por no dejarse arrastrar por sentimientos adversos que le impidan avanzar en su desarrollo, observarán la situación que experimentan como pasajera y se esforzarán por destacar y demostrar el manejo optimo de la operación, sino pueden hacerlo en el mismo escenario procurarán su participación en otro. 

Quienes tienen la responsabilidad de dirigir una empresa deben mantener la objetividad al hacerlo y procurar la selección de personal realmente capacitado para ocupar cargos gerenciales; en algunos casos puede que funcione por algún tiempo la tenencia de gerentes ineptos al frente de una operación, pero tarde o temprano ello traerá consecuencias negativas a la organización que pueden poner en riesgo su operatividad

Es un hecho cierto que un buen número de empleados no renuncian a la empresa sino al gerente de su unidad, lo que debe ser un punto de reflexión para todo aquel que posee personal a su cargo y que sabe, de alguna manera, que no está en condiciones de dirigirlo. 
 
Lo anterior es una de las causas por las que hay fugas de cerebros y buenos empleados en las empresas, personas que deciden retirarse de organizaciones sólidas y prometedoras debido a la existencia de un gerente inepto al frente del área donde trabajaban.

A veces lo que parece obvio puede ser simplemente una ilusión o la consecuencia de la acción de un paradigma que impide ver la realidad, por lo que se aconseja estar atento al estilo gerencial del personal que se posee en esos niveles y prestar atención al ambiente y a los índices de rotación de esas áreas pues, una empresa puede estar perdiendo talento humano por causa del ejercicio de un gerente inepto.

No seas un inepto, ni trabajes para uno. Ponte en Marcha!

viernes, 24 de junio de 2016

¡Prohibido pensar, esto es una empresa!


Desde la famosa y desdichada frase de Miguel de Unamuno, ‘¡Que inventen ellos!’, ha pasado casi un siglo. Algunas cosas han cambiado mucho en España. Otras, no tanto. ¿Qué innovador, persona con talento o trabajadora del conocimiento no sigue escuchando todavía esa fatídica sentencia ‘¡Prohibido pensar, esto es una empresa!’, mientras recibe mensajes estratégicos de las cúpulas directivas apelando al cambio y a la innovación para ser más competitivos? 

A pesar de los indudables avances, muchas empresas continúan poniendo piedras en el camino de la creatividad, de la innovación y del conocimiento, con lo que no sólo impiden que los talentos innovadores emerjan, sino que ponen barreras a su propia competitividad. 

Los discursos y las prácticas 
Hoy, cualquier directivo que se precie suscribe el discurso del cambio, de la innovación y de la gestión del talento. Desgraciadamente, en el día a día de la empresa, las cosas son muy diferentes. La fatídica sentencia es un recurso frecuente -no siempre explícito- de muchos mandos, sobre todo, intermedios, para seguir haciendo valer la autoridad y la condición de trabajador subordinado frente al de colaborador, que es el que caracteriza a las empresas innovadoras. Hay honrosas excepciones, pero en muchas empresas de nuestro país más que premiar a la gente que piensa, que tiene talento, que innova y emprende, que acierta o se equivoca, se la castiga y reprime. 

¿Cómo es posible que se llame al cambio y a la creatividad, mientras se ponen todo tipo de impedimentos para que los talentos innovadores emerjan? 

¡Qué contradicción! Porque mientras lo anterior no es más que un relato de la vida cotidiana en la mayoría de las empresas, incluso en las que presumen de innovadoras, el discurso de la creatividad, de la innovación y la gestión del talento también forma parte de la mayoría de las apuestas estratégicas de nuestras empresas. ¿Cómo es posible que se llame al cambio y a la creatividad, mientras se ponen todo tipo de impedimentos para que los talentos innovadores emerjan? 

Empresa esquizofrénica 
Nuestra cultura empresarial necesita un gran cambio. Este modelo de empresa esquizofrénica en el que nos encontramos, que dice ser de una forma y se comporta de otra, no nos lleva a ninguna parte y, mucho menos, nos va a colocar en la senda de la competitividad. 

En la era de la información y del conocimiento, más que el capital o la tecnología, es el talento de las personas y la habilidad de las empresas para gestionarlo y convertirlo en conocimiento organizativo lo que marca la diferencia y permite asegurar la sostenibilidad de sus ventajas competitivas. ‘Hoy’, ‘el talento es lo único que mueve al capital’. 

En efecto, las nuevas formas de concebir y organizar el trabajo, basadas en la ruptura con los conceptos tayloristas y las estructuras piramidales, por un lado, y la creación de organizaciones inteligentes basadas en el conocimiento y el aprendizaje organizacional, por otro, se están convirtiendo en los elementos claves que más están contribuyendo al desarrollo del talento individual y a la gestión del conocimiento organizativo. 

Mimar a los trabajadores 
Pero estos nuevos planteamientos de gestión del talento, conocimiento y aprendizaje organizacional exigen ‘mimar a los trabajadores’. No sólo hay que mimar los productos; tiene la misma importancia, o más si cabe, mimar a los trabajadores creando las condiciones y los necesarios espacios de libertad para que estos puedan realizar su trabajo de manera óptima. 

"El taylorismo aplicado a la productividad cada vez tiene menos sentido en las empresas del siglo XXI. Ya no se concibe que un jefe mande y los trabajadores tengan que obedecer sin más" 

No tenemos que olvidar que, de todos los conocimientos, el tácito es el único que permite a las empresas desarrollar sus propias capacidades distintivas y difíciles de imitar. Pero este tipo de conocimiento está siempre vinculado a las personas y éstas lo darán si quieren y si encuentran razones y emociones suficientes para ello. 

El taylorismo aplicado a la productividad cada vez tiene menos sentido en las empresas del siglo XXI. Ya no se concibe que un jefe mande y los trabajadores tengan que obedecer sin más. ‘El jefe ha muerto’, ‘ya no podemos creer en un líder que afirma saber más de todo y tener siempre la razón. La gestión a través de los números ha pasado a la historia. La gestión mediante el miedo no funcionará. Si la gestión atañe a la gente, ha de convertirse en una gestión humana’. 

Flexibilidad, confianza en los empleados y la desjerarquización son las palabras clave de estas nuevas formas organizativas inteligentes, basadas en el conocimiento y el aprendizaje organizacional, que las empresas deberán adoptar si realmente quieren tener éxito a la hora de implantar y desarrollar programas de gestión de la innovación y el conocimiento para ganar competitividad.

Para pensar.. Ponte en Marcha!

lunes, 20 de junio de 2016

Un lugar humano para trabajar


La mayoría de los estilos de dirección, hasta ahora conocidos, han estado marcados por la cultura de lo irrelevante, del vacío, de la presión que, en definitiva, crea soledad y aislamiento; una situación que se contrapone con el carácter social que distingue a las personas. 

Aristóteles definía al ser humano como un animal racional y social, estableciendo que la esencia de la naturaleza humana está en su racionalidad y en su sociabilidad. Entonces, ¿qué pasa en las empresas?, ¿por qué actuamos como si no necesitáramos a los demás?, ¿ahí el hombre deja de ser hombre? 

Vivir en sociedad no es estar ¿junto a?, sino ¿interactuar con?, pero en un entorno sano, con todo lo que implica: respeto, confianza, comunicación e integridad. 

Lo que sucede es que, tradicionalmente y en determinados tipos de empresa, el miedo a proyectar ante los demás una imagen demasiado débil ha interpuesto una barrera que hace que la comunicación rebote, eclipsando sus bondades y ventajas. 

Si usted se acerca a una librería, a la sección de libros de empresa o economía, fíjese en la cantidad de obras que unen la palabra ética con empresa. Todos son voces que se alzan en defensa de una visión ética y humanística aplicada a la gestión empresarial y que ponen de manifiesto que ha llegado el tiempo de participar activamente en el necesario cambio que se debe dar en el estilo de dirección y que se viene reclamando desde distintas esferas. 

Durante la lectura del libro Valores humanos en la empresa escrito por Ken O´Donnell, un consultor con más de 35 años de experiencia en el mundo organizacional, me encontré con una reflexión del autor, que me hizo detenerme y pensar. El comentario decía: "si no mejoramos las cosas que podemos mover, jamás conseguiremos mejorar lo que no tocamos". Este pensamiento, aplicable a cualquier ámbito de la vida, es una plataforma para la acción, para la movilización, para tomar las riendas del caballo que nos ha tocado montar. 
 
¿Por qué sufrir mientras llega lo que ansiamos?, ¿por qué no mejorar lo que sea posible ahora y con los recursos que contamos? Estas dos preguntas abren la puerta hacia una nueva forma de entender el mundo. Siguiendo los caminos tradicionales, nos convertimos en víctimas de lo que nos rodea, si aplicamos las directrices de estas preguntas nos catapultamos hacia una vida mejor y más positiva, de la que seremos protagonistas activos y no espectadores pasivos. 

Pero la realidad empresarial es a veces fría y nos conduce por los caminos de las emociones negras: tristeza, depresión, ansiedad, baja autoestima,... que provocan el hundimiento del ser humano que somos. No podemos permitir esto. Tenemos que cambiar lo que tocamos y romper la telaraña de la esfera del miedo, que se torna, en muchos casos, en acomodamiento. 

Desde la mirada del empresario o del directivo, hay que predicar con el ejemplo y poner en práctica el componente humano en las organizaciones, pasándolo de los discursos, papeles y frases hechas a la política real. 

Desde el punto de vista del trabajador, hay que incorporar los valores y virtudes necesarias para que lo que nos rodee sea cada vez mejor. Tenemos más poder de cambio del que nos imaginamos

Si esta rueda, que mueve las relaciones humanas y la sostenibilidad continua, está adecuadamente enganchada al corazón del negocio, bombeará sangre a todos los rincones de la corporación. 

¿Cómo pasar de la retórica a los hechos? 
El mejor jefe que he conocido nunca era el propietario de una empresa textil que todas las mañanas se paseaba por la fábrica y sonreía. A veces, se paraba a conversar con alguno de nosotros y nos preguntaba acerca de asuntos que pensábamos que desconocía. Eso nos reconfortaba, hacía que nos sintiéramos arropados y elevaba el respeto que nos transmitía. Luego llegó el hijo y, a pesar de todos sus estudios, no hablaba con nosotros, ni siquiera saludaba, y todo se hizo más oscuro e impersonal. Jamás llegó a pisar el suelo de la fábrica y pasamos de ser personas a ser recursos. 

Entre estos dos escenarios planteados hay una diferencia de base crucial: el ambiente de confortabilidad generado por dos personas que, a pesar de compartir la raíz del cariño por un negocio propio, perciben su relación con los trabajadores desde puntos de vista opuestos. Mientras uno considera que el colchón emocional puede armonizar el trabajo y fomentar el espíritu de pertenencia corporativo, el otro ni siquiera cae en la cuenta de que su actitud repercute en el bienestar empresarial y puede favorecer o no la retención del talento. 

¿Conoce a sus trabajadores?, ¿sabe qué necesidades, intereses y expectativas mueven sus decisiones?, ¿qué espera de ellos?, ¿se lo ha comunicado?... ¿Y a qué espera para obtener esta información? 

Recupere la sensibilidad, una pieza fundamental en cualquier trabajo, en cualquier posición, que nos coloca en el centro de la dimensión humana y que es el ingrediente principal para lograr ese deseado clima en el que el trabajo sea visto como una función amable y no un campo de minas, en el que hay que saber pisar para que no estalle una. 

Robert Capa, quizá el más importante fotógrafo de guerra de la historia, solía emplear esta máxima: “si tus fotos no son buenas, no te has acercado lo suficiente”. Pues bien, si las relaciones con sus colaboradores fallan, piense si se ha molestado lo suficiente en escuchar lo que hay detrás de cada persona y en poner un poco de alma en su gestión.

Por un lugar humano dónde trabajar. Ponte en Marcha!