miércoles, 12 de agosto de 2015

Excelencia o Autosuperación.



En mi opinión, más que un acierto es un grave error educativo inculcar al individuo humano desde los primeros años la idea-obsesión de que tiene que ser el mejor, el número uno, por varias razones.

La primera es que quien ha sido entrenado para ser el mejor y dejar tras de sí a todos los demás y no lo consigue, lo normal es que no tarde en sentirse un fracasado. Si tras grandes esfuerzos logra ser el número uno, lo más probable es que lo sea por poco tiempo, pues siempre surge alguien más capaz que le superará y la decepción que sigue a las glorias demasiado pasajeras y efímeras suele provocar una crisis de desaliento-depresión que conduce, en la mayoría de los casos, al extremismo del "todo-nada". Se pasa casi instantáneamente del esfuerzo máximo por ser el mejor a la abulia y al desinterés más paralizante.

¿Qué ocurre cuando alguien, por los medios que fueren, consigue esa ansiada meta de ser el mejor por bastante tiempo? 
Salvo honrosas excepciones, pocos son los que logran librarse del tremendo desgaste nervioso que conlleva el vivir permanentemente comparándose con los demás, temiendo perder ese privilegio de seguir repitiéndose a sí mismo cada día: «¡Soy el mejor, nadie consigue superarme!». 

Esta lucha agónica por el éxito a costa de lo que sea, que los lectores sin duda habrán observado en conocidos personajes que se desgañitan puerilmente desde sus medios para recordarnos su calidad de números uno, tiene otro aspecto claramente negativo y es que habitualmente van en contra de algo o de alguien; siempre destruyen, muy pocas veces construyen. Algunos viven entregados a demostrar cuán malvados, perversos, tontos o inútiles son los demás, dando por sobreentendido que ellos son la excepción: los verdaderamente inteligentes, honrados y maravillosos. 

Buscar de forma casi compulsiva ser el mejor y orientar todos los desvelos y esfuerzos a demostrar que se está por encima de los demás me parece un proyecto humano no sólo pobre sino empobrecedor, raquítico y menos digno y noble que, sencillamente, buscar la excelencia o superación de sí mismo, rindiendo al máximo de las propias posibilidades, pero sin compararse con los demás, sin hacer de menos a nadie, sin producir dolor alrededor. 
 
Pienso que el mayor acierto que podemos tener padres y educadores es fomentar en el educando el reto consigo mismo, la excelencia, que caracteriza a las personas verdaderamente grandes por su sencillez, humanidad y tolerancia y con la madurez necesaria para no ir de listos ni de números uno por la vida y sin la neurótica necesidad de convertir a los demás en rivales o enemigos a los que hay que vencer o abatir para triunfar e izar la bandera de los propios éxitos sobre las derrotas y fracasos de los demás

¿Cómo podemos fomentar la excelencia en el educando para que dé lo mejor de sí

Llevando a la práctica educativa los siguientes puntos que considero básicos: 

- Creer en los educandos, pensar y esperar de ellos lo mejor, a pesar de sus fallos y errores. Si les tratamos como buenos, esforzados e inteligentes y alabamos sus aspectos positivos, seguramente harán realidad nuestros buenos pronósticos. 

- Enseñarles a desarrollar desde temprana edad hábitos positivos y que hagan lo que es bueno y conveniente aunque sea difícil y costoso. 

- Animarles con nuestro ejemplo. Decirles que los padres y educadores también cometemos errores y nos desanimamos a veces, pero que esto es normal. Lo importante es seguir adelante tratando de hacer las cosas lo mejor que podamos, pero sin compararnos con nadie; sólo con nosotros mismos. 

- No valorar a los educandos por una sola cualidad sino de forma global. Tener en cuenta otras cualidades y valores además de los intelectuales: su generosidad, simpatía, habilidades.... 

- Enseñarles a ser autodisciplinados y a hacerse cargo de sí mismos y ser responsables de sus actos. Que aprendan a marcarse objetivos claros y a diseñar un plan de acción detallado de lo que se va a hacer y cumplirlo sin vacilar. 

- Recordarles que las potencias intelectuales sólo rinden al máximo de sus posibilidades cuando trabajamos con alegría y entusiasmo

Y finalmente, encontrar el propio ritmo de trabajo, disfrutar con lo que se hace y felicitarse a sí mismo por cada pequeño o grande logro que se obtenga.

Por la excelencia a través de la autosuperación, Ponte en Marcha!

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