miércoles, 17 de junio de 2015

El emprendedor y la selección de ideas y oportunidades. Cómo tomar decisiones


Elegir la idea/oportunidad adecuada.
Ha llegado el momento en el que has recopilado suficiente información y has elaborado una lista de las ideas/oportunidades disponibles. Ahora, sólo falta decidir cuál es la mejor. En algunos casos, al llegar a este punto, estará claro cuál es la idea/solución idónea. De no ser así, lo más probable es que tengas dos o tres favoritas y hayas descartado el resto.
El método ideal para dar con la decisión/solución óptima es seguir el criterio de la eliminación. Imaginemos que, de entrada, dispusieses de seis o siete ideas/oportunidades.
Durante la preparación, es decir, la recopilación de datos y la consulta a los demás, habrás reducido la lista a tres o cuatro ideas/oportunidades viables. A continuación, tendrás que ir repasando cada idea/oportunidad y descartando progresivamente las que consideres menos interesantes. No tardarás en tener una única idea/oportunidad o tal vez dos.

Evita los prejuicios. Al valorar las distintas ideas/oportunidades haz un esfuerzo por dejar a un lado los prejuicios personales. De lo contrario, podrías inclinarte por una idea/oportunidad simplemente por ser la que se te ocurrió a ti. O puede que te incomoden ciertas soluciones porque no favorecerían a tu proyecto.
Olvida tus preferencias personales.

Valorar las ideas/opciones.
Cuando tengas varias ideas/oportunidades y no sepas por cual decidirte, te aconsejamos que valores los puntos positivos y los negativos de cada una de ellas.
Analiza cada posible decisión/solución por separado para descubrir sus virtudes y sus defectos. Consulta las notas que tomaste durante la recopilación de datos (o el resumen de los mismos) para conocer los detalles relevantes. No olvides escribir tu objetivo en una hoja y tenerla a mano durante el proceso de selección para comprobar que la idea/oportunidad elegida es acorde con éste.
Uno de los aspectos que has de valorar es el riesgo y las ventajas de cada una de las alternativas. No podrás saber qué idea/opción es la más indicada si desconoces las consecuencias que tendrá su aplicación. Eso implica valorar los puntos en contra pero también los que tenga a favor. La fórmula más sencilla para lograrlo sería imaginar lo peor y lo mejor que podría ocurrir.

El peso.
No se trata de considerar cada idea/oportunidad aislada, tienes que tener en cuenta qué peso tienen una y otra. Por ejemplo, merece la pena correr un gran riesgo si las ventajas que podrías obtener son igualmente importantes. Por supuesto, si lo peor que podría ocurrir es que algunos de los emprendedores acaben entre rejas, no puedes plantearte esta opción independientemente de las ventajas que pudiese suponer si todo saliese bien.
De hecho, si el riesgo potencial es excesivamente elevado a menudo no merece la pena arriesgarse. Pero no hay regla sin excepción: en ocasiones, asumir un riesgo considerable es la única vía para lograr una ventaja importante.

Probabilidad.
Es evidente que a la hora de calibrar lo mejor y lo peor que podría ocurrir al tomar una decisión es indispensable conocer las probabilidades de que una u otra cosa se den. Si el riesgo es elevado pero es poco probable que se confirme, no hay razón para descartar esa opción. Por otro lado, las ventajas son importantes y todo parece indicar que podrían darse, la opción ganará puntos. Sin embargo, si los beneficios que podría extraer de esa alternativa no compensan el peligro que implica, la opción no será tan interesante.

Otros métodos de decisión.
Es posible que después de calibrar los riesgos y las posibles ventajas ya tengas clara tu decisión. Por lo menos, habrás reducido considerablemente las ideas/ opciones. En cuanto te des cuenta de que una idea/oportunidad no es la mejor, bórrala de la lista. No tiene por qué ser imposible o de consecuencias catastróficas, basta con que no te parezca lo mejor. Deja en la lista sólo aquellas ideas/opciones que sigan resultando interesantes. A estas alturas, no deberían quedar más de dos o tres.

Modos de decisión. Para elegir sólo una de ellas existen distintos métodos de evaluación y cada persona tiene sus preferencias. A algunos emprendedores les gusta dejarse guiar por su instinto, a otros les gusta calibrar los pros y los contras con cuidado, a unos les condicionan mucho los riesgos mientras que a otros les estimulan sobremanera las posibles ventajas y siempre ven el vaso medio lleno.
Pero ya casi no te queda tiempo y quieres tomar la decisión de una vez por todas. No estás dispuesto a complicarte la vida con métodos de evaluación complejos que implican el uso de los gráficos, de matrices llenas de números o de tablas que ocupan páginas enteras. Así que, lo mejor, será seguir alguno de los siguientes métodos.

Valorar las consecuencias.
El método de valoración de los riesgos y las ventajas se centra en los extremos de la escala de probabilidades y, en esta medida, resulta ideal como primer filtro de eliminación. Sin embargo, también debes fijarte con mayor atención en las consecuencias de cada idea/oportunidad, y no nos referimos sólo a lo que podría ocurrir en el peor o el mejor de los casos sino a las posibilidades internas.
El análisis de las consecuencias no se centra en las posibilidades sino en resultados contrastados. Para ello tienes que anotar lo que sabes que ocurrirá si eliges una u otra opción.
Divide las consecuencias en dos columnas, una para las positivas y otras para las negativas. Intenta pensar en todas las áreas en las que pueden producirse consecuencias. Por ejemplo, puede haber consecuencias:
-para la empresa.
-para el departamento.
-para ti.
-en relación al presupuesto.
-en relación a los planes de producción.
No olvides las consecuencias emocionales ya que si eres consciente de que la decisión puede afectar a alguien, inclúyelo en la lista.
Recuerda que sólo debes anotar lo que sabes que ocurrirá, no lo que piensas que podría pasar.
Céntrate en las consecuencias directas y seguras que tendría la decisión.
Este análisis resulta tan valioso como si tuvieses los resultados reales por anticipado. Y lo más probable es que después de esta segunda reflexión, hayas eliminado una o varias de las ideas/oportunidades restantes.
Elaborar una lista de los pros y los contras.
Esta técnica de pros y contras recuerda a la que acabamos de describir, pero no es la misma. No se trata de elaborar una lista de consecuencias sino de argumentos a favor y en contra. Aunque es evidente que las consecuencias tendrán mucho que ver con esos argumentos.
La lista resultante será más detallada. Pero ten en cuenta que incluirá más predicciones y menos certeza
Toda decisión implica cierto componente de incertidumbre. Si pretendes esperar hasta obtener una garantía total nunca tomarás la decisión, lo que puede resultar tan nefasto como lo que temes que pueda ocurrir si escoges la opción incorrecta. Procura obtener el máximo de garantías pero siempre dentro de lo razonable y, luego, lánzate.
Eso sí, aplica siempre la misma técnica de evaluación a todas las opciones. No analices las consecuencias de la opción A y los pros y los contras de la opción B.

Recuerda.  Cuando te dispongas a analizar las probabilidades de éxito de una u otra idea/opción recuerda que siempre es más fácil demostrar lo negativo que lo positivo. Dicho de otro modo, podrás alegar por qué fracasará una alternativa y, sin embargo, te será más difícil concluir que tendrá éxito. Por lo tanto, ten en cuenta que la falta de conclusiones negativas puede ser sinónimo de buenas noticias, aunque no puedas probar que la opción vaya a ser un acierto.

Involucra a los demás. En este momento seguramente estás ya a punto de saber qué idea/opción es la más conveniente. Sin embargo, si todavía te preocupa la elección, nada te impide pedir consejo a terceros. Ya consultaste a los demás a la hora de elaborar la lista de ideas/oportunidades y puedes volver a hacerlo ahora.
Lo más probable, teniendo en cuenta que el tiempo apremia, es que decidas hablar con una o dos personas. También puedes improvisar una reunión rápida con dos o tres emprendedores con experiencia. Decidas lo que decidas, intenta hablar con ellos por teléfono o cara a cara (llámales para preguntarles si creen que alguna es mejor que las otras).
Si te parece oportuno, comenta un poco con ellos la cuestión, pero recuerda que no debes perder tiempo ni malgastar el de los demás hablando por hablar. Lo ideal es que hagas la reflexión posterior tú solo. No alargues innecesariamente la reunión, diez o quince minutos son más que suficientes para que los demás hagan su aportación y te ayuden a aclarar tus ideas.

La elección final.
Has hecho lo mejor que estaba en tu mano para tomar la mejor decisión posible y lo más probable es que ya tengas claro de cuál se trata. Si después de todos los análisis realizados sigues sin poder elegir entre dos ideas/oportunidades...¡Hazlo a cara o cruz!, aunque suene un poco raro. Si no puedes elegir es porque ambas ideas/oportunidades son prácticamente igual de buenas y no importa cuál elijas. No olvides que tomar una decisión es importante y que seguir aplazando ese momento puede ser peor que equivocarse.

En esta fase del proceso puede surgir otro problema: que ninguna de las ideas/oportunidades te satisfaga. Si ninguna parece la ideal, ¿qué debes hacer? Bueno, pues opta por la que te parezca "menos mala". No es agradable, pero no te queda más alternativa. Tienes que tomar una decisión y esa, aunque un poco motivadora, no deja de ser la mejor idea/oportunidad disponible.

No olvides que siempre queda la posibilidad de decidir no hacer nada, es decir, mantener las cosas como están. Pero ten en cuenta que es preferible que decidas no hacer nada a que no hagas nada porque sigas aplazando la toma de decisión. Al decidirte permites que los demás sepan a qué atenerse y también que pueden tomar decisiones que dependían de la tuya. De modo que aunque decidas no hacer nada, comunica a los demás que esa es precisamente tu decisión.

Ahora ya sabes qué vas a decidir y sólo falta una última cosa: que te mantengas firme. Se acabaron las dudas, debes comprometerte por completo con la idea/oportunidad elegida. Sí...aunque llegases a ella lanzando una moneda al aire o porque era la "menos mala" de todas las alternativas. Si tú, que eres quien la elige, no defiendes tu postura, cómo puedes esperar que los demás lo hagan.
Has de estar totalmente convencido para poder transmitir seguridad al comunicar la decisión, que es el paso siguiente y también el que concluye la toma de decisión.
Consúltalo con la almohada. El subconsciente tiene la oportunidad de encajar las piezas del rompecabezas y darle forma. Lo más habitual es que al despertar, tengas claro lo que debes elegir. Y aunque te quede alguna duda, seguro que serán muchas menos. De modo que si puedes dejar la decisión para la mañana siguiente, hazlo.

Para la próxima vez.
Si la decisión es complicada o tiene muchas implicaciones, tendrás que dedicarle más tiempo. Es posible que después de analizar las consecuencias quieras repasarlas aplicando el criterio de "qué pasaría si..." para estar seguro de que las ideas/oportunidades que te planteas son viables.

Si dispones de tiempo podrás pensar qué harías si eso ocurriera. No dediques demasiado tiempo a pensar en qué "pasaría si..." porque lo más probable es que la mayor parte de las situaciones que barajas no se lleguen a dar, pero ese análisis te ayudará a decidir si la opción elegida es o no viable.

Siempre es bueno poder consultar con la almohada una decisión, aun la menos trascendente. Disponer de un margen de tiempo entre la decisión y el momento de comunicarla puede ser de gran ayuda. El retomar el análisis después de una pausa disipa muchas dudas sin esfuerzo. Así, siempre que te sea posible, deja un margen de uno o dos días entre el proceso de valoración y el momento de la toma de decisión final.

Analiza, toma decisiones y Ponte en Marcha!

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