viernes, 5 de junio de 2015

En busca del talento escondido.


Vivimos en una sociedad marcada por la competitividad en todos sus ámbitos. Las empresas deben estar inmersas en un continuo proceso de innovación y mejora para poder pervivir; la dinámica cambiante de avances tecnológicos y necesidades y exigencias de ciudadanos y consumidores conduce a ello. Pero tal competitividad, factor favorable para la obtención de productos y servicios de calidad a un mejor precio, de lo que en general nos beneficiamos todos, genera por contrapartida un proceso de selección entre los más capacitados y también más veloces en adaptarse a las nuevas realidades, obligando a los que lo están menos, a desaparecer. 

Habida cuenta que en esta sociedad del conocimiento, el capital intelectual de una organización - en el que se incluye a las personas, con sus competencias, habilidades y actitudes- es su principal activo; es obvio en parte, que los miembros de una organización se vean a su vez sometidos a nuevas e incluso mayores exigencias y expuestos a un constante proceso de selección. Ante ello, para poder dar en el seno de la empresa una respuesta adecuada, el buen clima laboral con atención especial a las condiciones de trabajo, el trabajo en equipo y la formación continua, incrementando conocimientos y habilidades compartidas, resultan hoy esenciales para el desarrollo sostenible de organizaciones y personas.

Lamentablemente, no se le está dando a la formación en la empresa la importancia que merece. Podemos ver en muchas ocasiones el fracaso de sistemas de gestión empresariales que por carencias de planificación al medio y largo plazo se ven abocados a profundas crisis, empezando por reducir drásticamente los costes salariales a través de la expulsión de sus trabajadores, junto a la inmensidad de posibilidades que con ellos desaparecen, ocasionando además, importantes costes humanos y sociales al país. Y vuelta a empezar, con el enorme esfuerzo que representa crear una empresa vital en la que los trabajadores con un buen nivel de competencia se sientan implicados en un proyecto de futuro. 

Ahora bien, tal proceso de selección natural en el funcionamiento interno de la empresa debe ser cuidadosamente vigilado y controlado. Es fácil que en el camino se queden fuera profesionales competentes, simplemente porque no tuvieron las oportunidades y circunstancias para ejercer su valía, supeditados a los intereses de algunos y no del sistema.

Es más, un sistema malsano conduce a que unos pocos sobresalgan aprovechándose o negando a los otros en una lucha encarnizada y funesta por llegar a ser imprescindibles. Así surge la clasificación elemental y subjetiva de personas entre competentes y/o comprometidas, muchas veces en apariencia, y el resto. Hay que tener en cuenta que salvo raras excepciones, todos quieren ser buenos profesionales y hacer su trabajo de manera excelente, por lo que representa de autoestima y de reconocimiento ante los demás. Lo que sucede muchas veces, paradójicamente, es que el sistema desatiende y no se lo facilita a todos por igual. Afortunadamente, la nueva cultura de empresa, por pura necesidad de supervivencia trata de evitar tales desajustes, cuidando de que todos, sean cuales fueran sus cometidos, se sientan necesarios e implicados en el desarrollo de la empresa y que la cooperación prevalezca frente al aislamiento y la competencia desmedida. 

El respeto a los derechos humanos y la búsqueda del talento que todos tenemos dentro, aunque muchas veces escondido, que surge inexorablemente en un clima de confianza con las personas y de apoyo a la creatividad, también alentada por formas de organizar el trabajo altamente participativas, son hoy objetivos estratégicos de las organizaciones que caminan hacia la "excelencia". En esta era postindustrial que hace generalizable lo de "usar y tirar", no es desacertado reflexionar sobre la sabiduría popular del medio rural en donde todo es útil y ante la escasez, por principios éticos, nada se desaprovecha. 

Al filo de lo que hablamos, me viene a la memoria una leyenda oriental en la que una mujer con muy pocos recursos, como las que predominan en el mundo, recorría a diario un largo camino desde un pozo, con el agua a cuestas en dos cántaros colgados en los extremos de un madero. Un cántaro deteriorado por el uso goteaba agua, de tal forma que cuando llegaba a su casa se encontraba solo medio lleno. Después de mucho tiempo, el cántaro, sin entender como no había sido abandonado por la mujer, le transmitió su agradecimiento pero también su incomprensión.

Ella, acariciándolo sentada en la puerta de su casa le respondió, ¿no te has dado cuenta de que siempre te llevo por el mismo lado del camino y por donde tu pasas yo planto semillas para luego recoger flores con las que doy alegría y felicidad a mi familia? ¿No crees que es éste motivo suficiente para que permanezcas junto a mí? 

Cuando tanto se habla de la importancia de la calidad del trabajo realizado y de la necesidad de tener clientes "fidelizados", ¿no será cuestión de reflexionar en profundidad como lograr también mantener y mejorar los equipos humanos de nuestras organizaciones, desarrollando sus capacidades y sus mejores talentos, algunos aun por descubrir, como reconocimiento y gratitud por habernos permitido llegar a donde estamos?

Busca tus talentos, sácalos afuera, y Ponte en Marcha!

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